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PENSANDO ALTERNATIVAS

El pasado viernes 21 de diciembre tuvimos el placer de recibir en la Casa de la Cultura de Almonte a un histórico luchador por los derechos de los trabajadores andaluces y muy especialmente de los jornaleros del campo. 
Diego Cañamero, portavoz nacional del sindicato SAT, nos hizo una interesantísima reflexión sobre su visión de Andalucía, de la crisis, del papel de los ciudadanos para salir de ella y de la necesidad de ser activos en la lucha por nuestros derechos.
Su discurso lleno de fuerza, vehemencia, humanismo y muchísima razón merece mucho la pena ser escuchado con atención y reflexionar sobre él.

Este primer corte contiene la presentación del acto y la propuesta que el Foro realiza a los ciudadanos de este municipio.


En los siguientes cortes recogemos la tres partes en las que hemos tenido que dividir la intervención de Diego Cañamero para que podáis disfrutarla desde internet. Seguro que no transmite la fuerza del directo pero para aquellos que pudimos oirlo fue EMOCIONANTE. No te lo pierdas.




Difúndelo

Manifiesto huelga 14N.



MANIFIESTO DE LA COORDINADORA DE LA HUELGA GENERAL DEL 14 DE NOVIEMBRE EN ALMONTE Y PRESENTACIÓN DE LA COORDINADORA SOCIAL DE ALMONTE.
Las Razones
El pasado 14 de noviembre con motivo de la Huelga General convocada por diversos sindicatos en el Estado español, varios colectivos sociales de Almonte decidimos aunar fuerzas y trabajar de forma conjunta para que esa protesta tuviera el mayor eco posible en nuestra localidad.
Las razones que soportan esta decisión son innumerables y afectan ya a la práctica totalidad de nuestros ámbitos de vida cotidiano. Tal como los propios jueces expresan, “En tiempos de crisis económica es preciso recordar que uno de los pilares que sustentan el Estado Constitucional es necesariamente la lucha contra las desigualdades, lo que se traduce en la concepción de los derechos sociales como instrumentos de garantía de los más débiles”.
Desde hace varios años son precisamente estos derechos, conquistados a lo largo de décadas de sufrimiento por las generaciones que nos antecedieron,  los que diariamente se ven pisoteados en beneficio de una clase minoritaria, elitista y poderosa que, además, ha sido la gran causante de lo que hoy día se ha convertido en una auténtica catástrofe económica y social para las clases trabajadoras y más débiles de la sociedad.
Al cambio constitucional, realizado al margen de los ciudadanos y fuera del espíritu de la propia Carta Magna, donde se anteponen los pagos de la deuda a la banca y otros prestamistas, por encima de cualquier otra prioridad por urgente y dramática que esta pudiese ser, le han seguido una reforma laboral cuyo único objetivo es la de convertir a los trabajadores en pura mercancía en manos de los empresarios, abaratando el despido, imponiendo condiciones casi feudales a la mano de obra y eliminando cualquier posibilidad de defensa de los trabajadores ante las situaciones de abuso de las empresas.
Al mismo tiempo, asistimos atónitos a un desmantelamiento progresivo de la sanidad pública y a un sistemático proceso de privatización de la misma, a un deterioro programado de la educación pública con reducciones dramáticas de profesorado y de los recursos destinados a este sector y al aumento escandaloso de las tasas universitarias. En definitiva, la educación para quién puede pagarla.
Se reducen las prestaciones para los más desfavorecidos, bajan las pensiones, eliminan la asistencia a las personas dependientes, bajan las prestaciones por desempleo y nos suben todos los impuestos a los ciudadanos, mientras se niegan a luchar contra el fraude, los paraísos fiscales y a legislar para una imposición progresiva donde pague más quien más tiene, o a eliminar los privilegios de la casta política.
Permiten que la banca, con cláusulas abusivas y malas prácticas, se queden con las casas de las personas a las que antes han engañado y además la deuda que pesa sobre ellas siga existiendo, condenando de por vida a estas familias a vivir fuera del sistema, y todo ello con una legislación casi decimonónica, sin que tengan el valor y el coraje para a modificarla.
Ahora imponen unas tasas judiciales mediante las cuales pretenden excluir del acceso a la justicia a los más pobres, generando una justicia para ricos y otra para pobres, o mejor dicho, una justicia a la medida de “las carteras” y no del ciudadano, que queda desamparado por la falta de recursos; (menos mal que la igualdad está garantizada en la Constitución).
Deslegitiman, calumnian y abusan  de los empleados públicos con recortes salariales, despidos e incrementos de jornadas laborales mientras permiten la impunidad de los defraudadores.
Ahogan a los pequeños comerciantes y autónomos con políticas dirigidas a favorecer exclusivamente a las grandes superficies y empresas multinacionales, cuando son los primeros los que generan la gran mayoría del empleo que se crea en España.
Asimismo, desde una perspectiva local no podemos entender que existan miles de parados en una localidad que genera jornales muy por encima de la mayoría de los municipios de la provincia, con gran potencial en algunos de los sectores económicos más resistentes a la crisis tales como la agricultura, el turismo o el medio ambiente.
Por motivos como la corrupción política, la impunidad de los ricos o la indignación que nos producen tantas injusticias, entre otros muchos, decidimos asistir e incentivar esta Huelga.
 El Análisis de los resultados.
A pesar de que consideramos la misma un éxito por el talante con la que se desarrolló en nuestro pueblo, porque por primera vez diferentes colectivos sociales fuimos capaces de ponernos de acuerdo por un fin común, y porque cada vez somos más los que estamos dispuestos a tomar la calle, de manera pacífica, para frenar esta continúa e injusta agresión a los ciudadanos de este país, entendemos que la movilización realizada es a todas luces insuficiente y no refleja la enorme frustración de la inmensa mayoría de los ciudadanos de Almonte.
Entendemos que las causas principales de que esta movilización no sea aún abrumadora a día de hoy, se centran en:
1.       La comodidad en la que se ha instalado la sociedad consumista de las últimas décadas, dónde las necesidades básicas han estado cubiertas y apenas han existido movimientos reivindicativos de carácter general, adueñándose de la mayor parte de la población una falsa sensación de seguridad y de que todo iba como debía ir. Las últimas generaciones no hemos vivido épocas de necesidad y opresión como las que vivieron nuestros padres y tenemos aún adormecidos nuestro instinto de autodefensa.
2.       La manipulación informativa a la que estamos sometidos a través de los medios de comunicación generalistas, controlados por el capital, o sea, por los causantes de esta enorme estafa, que nos bombardean cada día con las manidas frases de “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, “no hay otra alternativa”, etc. creándonos un complejo de culpabilidad postizo y falso que nos impide alzar la voz.
3.       El miedo a perder un ya de por sí precario puesto de trabajo en el peor momento para encontrar alternativas a las perentorias necesidades en las que se encuentran muchas familias.
4.       El temor a señalarnos como personas críticas y reivindicativas ante una sociedad aburguesada y dominada por miedos impropios de una democracia.
Los miles de parados y paradas de nuestro pueblo, las miles de familias con problemas para llegar a final de mes, las decenas de hogares pendientes de que les arrebaten sus casas (más de cien para el año próximo) y el resto de ciudadanía indignada ante el brutal ataque a nuestros derechos que se está produciendo, son aún una masa crítica que no está actuando en defensa de sus derechos, cada vez más conculcados, y que más pronto que tarde estamos seguros colmarán su vaso de la paciencia, no aguantarán más esta situación y se unirán a nosotros para defender lo que tanto esfuerzo costó construir, nuestro estado de bienestar, cuyos defectos hay que corregir pero en ningún caso destruir de la forma en la que se está haciendo.
Coordinadora Social de Almonte
Por todo ello, hoy día 5 de diciembre de 2012 hacemos público que los colectivos agrupados en torno a la Coordinadora Local para la Huelga del 14 de noviembre en Almonte, junto con otros colectivos que se están adhiriendo desde entonces, nos hemos constituido como Coordinadora Social de Almonte, con el objetivo de mantenernos permanentemente en la lucha por la defensa de nuestros derechos y nuestro Estado de Bienestar.
Para ello, ante el abanico de frentes que tenemos abiertos y el convencimiento de que estamos ya ante una situación de emergencia social para muchos de nuestros vecinos, hemos decidido trabajar intensamente por solucionar nosotros mismos los problemas que desde diferentes administraciones nos están agravando cada día. Concretamente nos unimos para:
A.      Defender a las familias que se encuentren en situación de amenaza de Desahucio en nuestro municipio.
B.      Trabajar en defensa de los derechos laborales de los trabajadores y favorecer la creación de empleo en nuestro municipio.
C.      Defender la calidad de la Sanidad Pública y en especial los servicios que se prestan en nuestro Ambulatorio
D.      Defender la calidad de la enseñanza pública en nuestros colegios  e institutos.
E.       Luchar por una justicia igual para todos.
F.       Actuar frente a las prácticas abusivas y la impunidad de la banca.
G.     Mantener una comunicación permanente y transparente de nuestras actuaciones con la sociedad almonteña y favorecer el acceso a informaciones independientes y alternativas a la que ofrecen los medios generalistas.
H.      Exigir de nuestro representantes la dedicación, el esfuerzo y el talante adecuado a las necesidades del momento

Con estos objetivos:
·         Invitamos a los diferentes colectivos y fuerzas sociales de Almonte a unirse a nosotros en esta tarea y
·         Nos ofrecemos, desde este momento, a colaborar y ayudar en la medida de nuestras posibilidades a todos los ciudadanos y familias que se encuentre en una situación de desamparo, especialmente aquellas que cuenten con riesgos inminentes de desahucio.
Finalmente, queremos transmitir a nuestros vecinos y vecinas un mensaje de esperanza, en el sentido de que en realidad esta forma de encarar  la crisis no es la única salida como nos quieren hacer creer.
Las medidas que se están adoptando, tremendamente injustas a la vez que inútiles e ineficaces y que simplemente están provocando un empeoramiento de la situación, no son la única vía, son simplemente una decisión política que, además, no se basa en ninguna evidencia científica, ya que nunca antes en la historia se salió de una crisis como la que estamos viviendo con las recetas que nos quieren imponer. Es más, la experiencia y la teoría económica han demostrado sobradamente que las recetas son justamente las contrarias. Desde la Gran Depresión del 29, todas las crisis económicas de envergadura se han superado a base de inversión pública y aumento del poder adquisitivo de la masa asalariada, lo contrario de lo que se está haciendo en nuestro país.
EEUU en un principio, los países de América Latina las pasadas décadas, o actualmente Islandia demuestran que hay otra forma de actuar y de enfrentarse a la tiranía de los poderes fácticos que desde la sombra están convirtiendo nuestros gobiernos en títeres de sus intereses.
También nosotros podemos salir de esta situación con otras políticas más justas y solidarias, recuperar la soberanía que estamos regalando a manos llenas y reclamar que los causantes de la crisis sean quiénes la paguen, asuman sus responsabilidades y nos devuelvan lo que nos han robado. Sólo es cuestión de información, formación, convencimiento y trabajo.

Muchas Gracias:
En Almonte a 5 de diciembre de 2012
Asociación de Parados  de Almonte;
Asociación de Vecinos Barrio Obrero;
CSI-F;
Foro Ciudadano “Otro Mundo es posible” Mesa de Convergencia de Almonte;
Izquierda Unida;
Partido Socialista Obrero Español.
Unión Sindical Obrera
Unión General de Trabajadores.
Sindicato Andaluz de Trabajadores

El impacto de la crisis en las familias e infantes

Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Dominio Público” en el diario PÚBLICO, 22 de noviembre de 2012

Este artículo presenta el informe del Observatorio Social de España sobre el impacto de la crisis en las familias y en la infancia en España, mostrando que el deterioro del bienestar y calidad de vida de tales colectivos es más acentuado de lo que se ha publicado anteriormente. El crecimiento de la pobreza y sobre todo de la pobreza extrema, es de los mayores existentes en la Unión Europea de los 15. El riesgo de pobreza afecta también a sectores de las clases medias que nunca pensaron que se encontrarían en tal situación. El informe publicado como libro “El impacto de la crisis en las familias y en la infancia”, Ariel, también muestra que las causas de tal deterioro no es solo la crisis sino la manera como se está respondiendo en España.

 El Observatorio Social de España (OSE) es una red de investigadores de varias universidades españolas que desde el año 2004 analizan la situación social en España y en sus CCAA, estudiando la evolución de las transferencias públicas (como las pensiones y las ayudas a las familias) y servicios públicos del Estado del Bienestar (como sanidad, educación, servicios sociales, vivienda social, escuelas de infancia –mal llamadas guarderías en España-, servicios domiciliarios a las personas dependientes, prevención de la exclusión social e integración de los inmigrantes, entre otros), así como las condiciones del mercado de trabajo y la distribución de las rentas en el país.

Estos son los temas que todas las encuestas señalan como los que centran la mayor atención de la población en España, aunque no siempre centran la atención mediática o el debate político en el país. El OSE ha publicado (2005, 2007 y 2009) voluminosos informes que contienen una detallada exposición de la situación de cada uno de estos componentes del Estado del Bienestar en España y en cada una de sus CCAA, comparándolos también con los existentes en otros países de la Unión Europea. Tales volúmenes, publicados bajo el título La Situación Social en España (Volúmenes I, II y III), son ampliamente utilizados, no sólo por académicos e investigadores, sino por los medios de información del país.

 El último volumen, el cuarto, acaba de publicarse y su presentación a los medios de información se hizo el pasado día 20 de noviembre en el salón de actos de la Obra Social de La Caixa en Barcelona que financió el proyecto. El tema de este volumen es el impacto de la crisis en las familias e infantes en España y en las CCAA. Es imposible resumir en estas líneas tal cantidad de información empírica. Ahora bien, sí que es de gran interés e importancia resaltar algunas de las conclusiones.

Una de ellas es que la crisis está afectando muy negativamente al bienestar y calidad de vida de las familias y de los infantes y adolescentes en España en magnitudes e intensidad mucho mayores a las que se conocían y publicaban. Los datos del informe son impactantes. De 2007 a 2009, ya en el inicio de la crisis, la pobreza entre los infantes había crecido un 45%, el mayor de los incrementos de la pobreza infantil entre los países estudiados en esta parte del informe (Dinamarca, Alemania, Francia e Irlanda). Y lo que es incluso más preocupante es que el mayor crecimiento se ha dado entre los niños que viven en pobreza extrema. El capítulo escrito por el Profesor Sebastián Sarasa (uno de los mejores expertos en temas de pobreza en Europa) y la profesora Francesca Luppi, ambos de la UPF, documenta el hecho de que España es el país, entre los antes citados, con mayor pobreza y mayor pobreza extrema entre familias y entre infantes. La imagen extendida de que España como sociedad valora la familia no queda documentada en el estudio. En realidad, el gasto público social por familia, por infante o por persona en España es de los más bajos no solo entre estos países sino entre los países de la UE-15, el grupo de países de la UE que tienen un desarrollo económico semejante al español.

 Otro dato importante es que el deterioro del bienestar de las familias no se debe sólo al declive de la economía, sino también (y en gran medida) a la manera como se está respondiendo a esta crisis. Así, el mismo capítulo de los Profesores Sarasa y Francesca Luppi muestra como Alemania tuvo, al principio de la crisis, un bajón de su economía más acentuado que España. Y, sin embargo, tuvo un incremento del desempleo mucho menor que España, donde el desempleo se disparó. Como el Profesor Sarasa y Francesca Luppi documentan, una de las causas de esto es la diferente respuesta que se dió en cada país al bajón económico. En contra de lo que se ha hecho en España, donde las reformas laborales se han centrado en la desregulación del mercado de trabajo -lo que ha facilitado el despido del trabajador-, en Alemania las reformas se centraron, entre otras medidas, en el reparto del tiempo de trabajo, de manera que la respuesta al bajón de la demanda de productos y servicios no fue facilitar el despido (lo que ha disparado el desempleo en España), sino la disminución del número de horas trabajadas, con reparto del tiempo productivo. Hoy el desempleo en Alemania es sólo el 5%. En España es el 25%. Ello tiene un impacto devastador para las familias y para sus infantes. El deterioro del mercado laboral ha jugado un papel determinante en el crecimiento de la pobreza y de la pobreza extrema entre las familias y los infantes.

Otro resultado del estudio es la conclusión de que la sustitución de la función protectora del Estado (resultado de la disminución del gasto público) por los servicios y transferencias del tercer sector (el sector privado de servicios, no lucrativo de la economía y voluntariado) ha sido claramente insuficiente para cubrir los enormes agujeros que los recortes han producido en la protección de las familias e infantes. El esfuerzo de este sector (que ha alcanzado niveles de sacrificio, compromiso y dedicación casi heroicos) ha sido insuficiente para responder a las enormes necesidades. Como la Profesora Mònica Clua y Albert Sesé muestran con datos contundentes, el tercer sector está abrumado y desbordado. No da abasto.

La crisis está ya abocando a amplios sectores de la población a niveles de consumo de subsistencia básica. Así, las profesoras Marta Domínguez y María José González, también de la UPF, en su capítulo “El impacto de la crisis en el bienestar social de la infancia en España” muestran como la crisis que había iniciado su impacto negativo en disminución de consumo como vestimenta y recreo está ya alcanzando niveles de austeridad en temas vitales como la alimentación, lo que pone en peligro la salud y la subsistencia de las familias. La búsqueda de alimento en lugares de desecho (como contenedores y mercados) se ha convertido en una práctica común para la mayoría de las familias en pobreza extrema y para grandes sectores de la población pobre. Y el riesgo de pobreza se ha extendido enormemente, incluyendo a sectores de las clases medias que nunca habían pensado que se encontrarían en una situación tan cercana a la pobreza o en la misma pobreza. La pobreza no es ya un fenómeno minoritario, pues incluso los que no están en la pobreza tienen miedo e inseguridades por el riesgo de caer en ella. Este es el capítulo de los profesores Calero y Choi de la Universidad de Barcelona que desarrolla y documenta el alcance entre la población de la exclusión social, que es incluso mayor que el del riesgo de pobreza. La exclusión social está alcanzando dimensiones epidémicas entre amplios colectivos de la población -inmigrantes, familias monoparentales y familias numerosas. El deterioro de la situación de las familias con niños es mucho mayor que el de las familias sin niños.

 Este informe, publicado como libro (El impacto de la crisis en las familias y en la infancia) por la editorial Ariel documenta como esta crisis está afectando a dos colectivos –las familias y los infantes- que se presentan en el discurso oficial del país uno como el eje de la sociedad –la familia- y el otro como su futuro –los niños-. En realidad, en pocos países se habla tanto de la familia. Y en cambio, y tal como demuestra el estudio, España es el país donde las familias y los niños están más desprotegidos y más afectados negativamente por la crisis.

Sería de esperar que los medios de información dieran a conocer tal informe para que la ciudadanía fuera consciente de esta realidad. Un buen indicador de que ello pueda ser así es que en la presentación del libro en un auditorio lleno a rebosar de periodistas, estos aplaudieron al final de la presentación, por la claridad y accesibilidad de los datos y de la exposición. Es deseable que este aplauso al documento se traduzca en su amplia difusión. Así lo esperamos. Y así el país se merece.

JUECEFLAUTAS

Muy recomendable, para entender que las inquietudes ciudadanas tienen base legal y no son una ocurrencia de cuatro antisistemas como nos quieren hacer creer.

No es nuestra deuda y no es nuestro rescate

Según los datos del Banco Internacional de Pagos (BIS, por sus siglas en inglés) el sistema financiero español tiene a comienzos de 2012 un total de 571.519 millones de dólares en deudas pendientes de pago con otros bancos internacionales. No obstante, esta cifra es bastante inferior a la que se daba a finales de 2010 cuando la deuda total alcanzaba los 706.065 millones de dólares.
La mayor parte de esta deuda actual del sistema financiero español tiene su contraparte en los bancos alemanes (139.191 millones) y bancos franceses (115.261 millones), los cuales juntos poseen casi el 45% de la deuda total. Es decir, los bancos alemanes y franceses son los principales acreedores del sistema financiero español y, en consecuencia, los principales interesados en que las deudas se devuelvan.

Estos datos explican en gran parte el llamado “rescate al sistema financiero español”. Este “rescate” únicamente consiste en proporcionar recursos al sistema financiero español para que pueda hacer frente a sus deudas, aplicando como condición duros procesos de reestructuración interna. Así, y como tuve oportunidad de recordarle al ministro de economía hace unas semanas, no se trata realmente de un rescate al sistema financiero español sino de un rescate al sistema financiero alemán y francés. Porque determinados componentes de nuestro sistema financiero son recortados por el camino, tales como los trabajadores, los accionistas e incluso los estafados por las acciones preferentes.
Pero hay una cuestión aún más interesante desde el punto de vista de la economía política y que emerge cuando hacemos dos preguntas que van al corazón del problema: ¿debemos pagar estas deudas? y ¿son estas nuestras deudas?
Cualquier economista liberal se aterrorizará al pensar que hay quien propone no pagar e incluso no asumir como propias estas deudas. Puede ser que hasta los no economistas valoren muy negativamente la falta de moral de quien reniega de un compromiso asumido previamente. Pero lo cierto es que ni las deudas se pagan siempre –la historia económica está llena de siglos de impagos y reestructuraciones de deuda- ni las deudas han de ser asumidas por partes que no fueron las mismas que contrajeron el préstamo –el concepto de deuda odiosa o ilegítima-.
El liberalismo económico siempre ha sido una ideología justificativa de determinadas políticas económicas, pero poco consistente en la práctica. De hecho, lo verdaderamente liberal sería asumir que dado que los bancos españoles están en quiebra –y no pueden pagar por si mismos sus deudas- aquellos que les prestaron también habrían de sufrir pérdidas por haber hecho una inversión ruinosa. De otra forma, como ocurre en la actualidad, existe el llamado riesgo moral: cualquier banco alemán puede prestar a los bancos españoles, aunque sepa que es para apostar en un casino, porque saben que siempre serán rescatados.
La cuestión no puede analizarse, en consecuencia, en términos microeconómicos. Ha de estudiarse el contexto macroeconómico e institucional para poder dar una respuesta satisfactoria y eficiente a este problema tan inmenso.
Y tenemos que hacernos las preguntas adecuadas: ¿tiene sentido que los bancos alemanes que se arriesgaron prestando a bancos españoles, y ganaron tantos beneficios por ello, no tengan pérdidas ahora que se demuestra que fracasaron eligiendo a quién prestar? ¿tiene sentido, por otra parte, que las deudas de las entidades financieras tengan que ser pagadas por los trabajadores en forma de recortes sociales y económicos?
No olvidemos que la economía española tuvo una burbuja inmobiliaria, promovida políticamente por los gobiernos del bipartidismo, para poder escapar de su falta de competitividad internacional. Esto fue una especie de huida hacia delante, permitiendo que durante algunos años se creara mucho empleo y el dinero fluyera hacia los bolsillos de los empresarios de la construcción, de las empresas financieras y de los políticos corruptos. Pero ese crecimiento económico sólo fue posible gracias a que países como Alemania reciclaban sus ingresos comerciales por la vía de préstamos a la periferia europea. Es decir, el milagro español es la otra cara de la moneda del milagro alemán, y viceversa. Un modelo simbiótico en el que ambas partes se necesitan y en la que ambas son responsables en un sentido agregado. Porque una vez uno escarba en la superficie se encuentra con que los únicos que salían beneficiados de este modelo eran las grandes oligarquías de uno y otro país, con la mayor parte de la población de ambos sufriendo recortes en sus condiciones de vida.
Nota: Para profundizar en la idea, un artículo breve que hice hace unas semanas para recordar cómo operaba la burbuja y las relaciones que implicaba entre el capital financiero alemán y el capital financiero español.
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Salirse del euro


27 sep 2012

Vicenç Navarro
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University

Ante la enorme crisis financiera y económica existente en España, hay tres alternativas. Una es continuar las políticas de austeridad del gobierno del Partido Popular, siguiendo las instrucciones del Consejo Europeo (dominado por conservadores y neoliberales), de la Comisión Europea (de clara orientación conservadora neoliberal) y del Banco Central Europeo (bajo la enorme influencia del Bundesbank, el banco central alemán, que ha sido definido irónicamente y con bastante certeza, como el Vaticano del neoliberalismo), máximo exponente de la banca alemana. Estas políticas conducen inevitablemente a una situación de recesión, bordeando la depresión, por muchos años. Su eje central es un ataque frontal al mundo del trabajo, al Estado del Bienestar y a la democracia. La evidencia de ello es robusta y abrumadora. Su máxima expresión es lo que está ocurriendo a Grecia. Detrás de esta estrategia está el capital financiero (que hoy domina el comportamiento, no sólo financiero, sino también económico, de la Eurozona), así como el capital de las grandes empresas. Esta opción es, sin lugar a dudas, la peor. Esperar que las políticas de lo que se llama “austeridad expansiva” sean eficaces para estimular la economía y salir de la recesión pertenece al terreno del dogma neoliberal, aceptado por mucho tiempo por las izquierdas gobernantes que están llevando a España, a Europa y al mundo al desastre.
Otra alternativa es seguir unas políticas casi opuestas a las políticas de austeridad. Esta alternativa estaría inspirada en las políticas expansivas del New Deal a principios del siglo XX en EEUU y en las también políticas expansivas de los años cincuenta y sesenta que siguieron la mayoría de países en Europa, estimuladas por el Plan Marshall. Tales políticas expansivas, llevadas a cabo a ambos lados del Atlántico, permitieron que EEUU y la Europa Occidental salieran de la Gran Depresión. La aplicación de tales políticas en España y en la UE implicaría un gran aumento del gasto publico que tendría como objetivo crear empleo y, a través de él, aumentar la demanda doméstica y estimular la economía. Tales políticas tendrían como centro de su estrategia, el estímulo del crecimiento, tanto a nivel de España, como a nivel de la UE. En contra de lo que sostiene la sabiduría convencional, esta estrategia sería posible desarrollarla incluso en España, aún cuando su desempeño sería más sencillo si tales políticas fueran también realizadas a nivel de la Eurozona y de la UE.
Se me dirá que el gobierno francés ha iniciado ya este camino. Pero, como he escrito recientemente, tal gobierno ha firmado el Pacto Fiscal que obliga a los Estados a tener presupuestos equilibrados, sin cuestionar tampoco el Pacto de Estabilidad, que es el que está determinando los enormes recortes de gasto público que se están realizando en los países de la Eurozona. No pueden desarrollarse políticas de crecimiento sin cuestionar tales pactos.  El hecho de que el gobierno socialista francés acabe de proponer al Parlamento francés que se apruebe tal Pacto Fiscal, es un indicador de la poca probabilidad que tal alternativa expansionista tenga lugar en aquel país.
No descarto que las crecientes movilizaciones populares, liderados por los sindicatos, y el crecimiento de los partidos de izquierda, a la izquierda de los partidos socialdemócratas gobernantes, vayan moviendo a tales partidos hacia posturas más coherentes con su discurso pro-crecimiento. Pero esta posibilidad permanece en el aire. No la descarto (y sería mi preferencia personal), pero soy escéptico. Los partidos socialdemócratas no han hecho la autocrítica que deberían realizar que conllevase un cambio muy sustancial de sus políticas económicas. La socialdemocracia española y catalana son un claro ejemplo de ello. Las políticas económicas que están proponiendo asumen que la economía se recuperará a base del aumento de las exportaciones, sin comprender que el elemento clave de tal recuperación pasa por un aumento de la demanda doméstica.
Esto nos lleva a la tercera alternativa, que no es mi primera opción, pero cada vez creo más que es la única opción que nos queda, puesto que, como he dicho antes, la peor opción es continuar la situación actual. Y esta tercera opción es la salida de España del euro. Haber llegado a esta conclusión deriva de mi entendimiento de que España no tiene las herramientas e instrumentos para salir de la crisis. No puede ni devaluar la moneda, para hacer España más competitiva, ni el Estado puede protegerse de la especulación financiera, al no tener un Banco Central que la proteja. Ello es intolerable. A no ser que estas herramientas se recuperen, España, en el marco actual de la Eurozona, no puede recuperarse.  En realidad, no es por casualidad que Gran Bretaña y Suecia estén iniciando políticas expansivas, pues ambos países tienen moneda propia y su propio Banco Central.
Los argumentos que se han aducido en contra de tal salida del euro en la mayoría de los medios, son tan sesgados que carecen de credibilidad. Veamos. Uno de ellos es que España, a partir de la salida del euro, tendría cerrada la posibilidad de pedir dinero prestado en los mercados financieros. El mismo argumento se utilizó, por cierto, con muchos países, incluida Argentina (cuándo ésta se separó del dólar), sin que la realidad corroborara este hecho. Hoy el sistema financiero es multipolar, y no existe hoy en el mundo escasez, ni de liquidez ni de crédito. Antes al contrario. Hoy el mundo está inundado de dinero. Existe una excesiva acumulación de capital financiero. El problema es falta de demanda por parte de la mayoría de las poblaciones. Tal escasez en España está artificialmente creada (y diseñada desde el principio por los creadores del euro y del BCE). Hoy España podría conseguir crédito a intereses mucho más bajos si no estuviera en el euro. Suecia y Gran Bretaña, ambas en la UE, pero no en la Eurozona, no tienen dificultades en obtener crédito.
Otro argumento que se ha utilizado se basa en la ignorancia respecto a algunos hechos. Se ha repetido en muchas ocasiones que Argentina se pudo recuperar muy pronto (sólo seis meses necesitó para crecer de nuevo después de salirse del euro) como consecuencia de la gran demanda de sus productos naturales en una economía mundial muy expansiva. Tal argumento desconoce que la recuperación argentina no se basó en el crecimiento de las exportaciones, sino en el crecimiento de la demanda doméstica.
Un argumento que tiene mayor validez, sin embargo, es el riesgo del crecimiento de la inflación, resultado de que su banco central imprimiera mucha moneda para apoyar las políticas expansivas. Este riesgo es real. Ahora bien, entre dos males menores, es preferible una elevada inflación con bajo desempleo y elevado crecimiento, que la situación actual, con bajo crecimiento, con enorme desempleo, y en recesión.
Admito que la salida del euro no sería un proceso fácil. Pero este argumento –la dificultad de salirse del euro- tiene que evaluarse a la luz de los costes humanos, sociales y económicos de mantenernos en el euro. Las propuestas de salirse de la crisis, dentro del euro, a base de potenciar las exportaciones (tal como están proponiendo, no sólo los equipos económicos del Partido Popular, sino también del PSOE y del PSC), ignoran (repito lo que dije antes) que el mayor problema de la economía española es la enorme paralización de la demanda doméstica. Tal como he subrayado, el sector exportador ha ido creciendo en España, mientras que la economía ha ido colapsándose, año tras año. La solución pasa por un aumento de la demanda que no puede resolverse a no ser que se rompa con las políticas impuestas por las autoridades en la Eurozona y el FMI. Es interesante notar que los dos Estados citados anteriormente, el británico y el sueco (ambos gobernados por partidos conservadores) han concluido que sin políticas expansivas, de estímulo económico, no se recuperarán de su bajón económico. Pero como dije antes, ambos pueden hacerlo porque tienen su propio Banco Central y su propia moneda. De ahí que, aún cuando la deuda británica sea mayor que la española (que es relativamente baja), los intereses de su deuda pública sean mucho más bajos, y ninguno de los dos, Gran Bretaña y Suecia, tienen una elevada inflación. El hecho de que hubiera un riesgo de elevada inflación no tiene por qué concluirse que la salida del euro en España conduciría a una inflación elevada que afectara la eficiencia de la economía española.
Una última observación. Es de una enorme torpeza que ninguno de los dos partidos mayoritarios, con capacidad de gobernar a España haya amenazado con salirse del euro. Lo que menos desean Alemania y su banca es que España salga del euro. El Estado español debería utilizar tal amenaza como baza negociadora en sus discusiones con la troika. El hecho de que no lo haga muestra su grado de dependencia.

Una teoría de la clase política española

Los partidos han generado burbujas compulsivamente


 
En este artículo propongo una teoría de la clase política española para argumentar la necesidad imperiosa y urgente de cambiar nuestro sistema electoral para adoptar un sistema mayoritario. La teoría se refiere al comportamiento de un colectivo y, por tanto, no admite interpretaciones en términos de comportamientos individuales. ¿Por qué una teoría? Por dos razones. En primer lugar porque una teoría, si es buena, permite conectar sucesos aparentemente inconexos y explicar sucesos aparentemente inexplicables. Es decir, dar sentido a cosas que antes no lo tenían. Y, en segundo lugar, porque de una buena teoría pueden extraerse predicciones útiles sobre lo que ocurrirá en el futuro. Empezando por lo primero, una buena teoría de la clase política española debería explicar, por lo menos, los siguientes puntos:
1. ¿Cómo es posible que, tras cinco años de iniciada la crisis, ningún partido político tenga un diagnóstico coherente de lo que le está pasando a España?
2. ¿Cómo es posible que ningún partido político tenga una estrategia o un plan a largo plazo creíble para sacar a España de la crisis? ¿Cómo es posible que la clase política española parezca genéticamente incapaz de planificar?
3. ¿Cómo es posible que la clase política española sea incapaz de ser ejemplar? ¿Cómo es posible que nadie-salvo el Rey y por motivos propios- haya pedido disculpas?
4. ¿Cómo es posible que la estrategia de futuro más obvia para España -la mejora de la educación, el fomento de la innovación, el desarrollo y el emprendimiento y el apoyo a la investigación- sea no ya ignorada, sino masacrada con recortes por los partidos políticos mayoritarios?
En lo que sigue, argumento que la clase política española ha desarrollado en las últimas décadas un interés particular, sostenido por un sistema de captura de rentas, que se sitúa por encima del interés general de la nación. En este sentido forma una élite extractiva, según la terminología popularizada por Acemoglu y Robinson. Los políticos españoles son los principales responsables de la burbuja inmobiliaria, del colapso de las cajas de ahorro, de la burbuja de las energías renovables y de la burbuja de las infraestructuras innecesarias. Estos procesos han llevado a España a los rescates europeos, resistidos de forma numantina por nuestra clase política porque obligan a hacer reformas que erosionan su interés particular. Una reforma legal que implantase un sistema electoral mayoritario provocaría que los cargos electos fuesen responsables ante sus votantes en vez de serlo ante la cúpula de su partido, daría un vuelco muy positivo a la democracia española y facilitaría el proceso de reforma estructural. Empezaré haciendo una breve historia de nuestra clase política. A continuación la caracterizaré como una generadora compulsiva de burbujas. En tercer lugar explicitaré una teoría de la clase política española. En cuarto lugar usaré esta teoría para predecir que nuestros políticos pueden preferir salir del euro antes que hacer las reformas necesarias para permanecer en él. Por último propondré cambiar nuestro sistema electoral proporcional por uno mayoritario, del tipo first-past-the-post, como medio de cambiar nuestra clase política.

La historia

Los políticos de la Transición tenían procedencias muy diversas: unos venían del franquismo, otros del exilio y otros estaban en la oposición ilegal del interior. No tenían ni espíritu de gremio ni un interés particular como colectivo. Muchos de ellos no se veían a sí mismos como políticos profesionales y, de hecho, muchos no lo fueron nunca. Estos políticos tomaron dos decisiones trascendentales que dieron forma a la clase política que les sucedió. La primera fue adoptar un sistema electoral proporcional corregido, con listas electorales cerradas y bloqueadas. El objetivo era consolidar el sistema de partidos políticos fortaleciendo el poder interno de sus dirigentes, algo que entonces, en el marco de una democracia incipiente y dubitativa, parecía razonable. La segunda decisión, cuyo éxito se condicionaba al de la primera, fue descentralizar fuertemente el Estado, adoptando la versión café para todos del Estado de las autonomías. Los peligros de una descentralización excesiva, que eran evidentes, se debían conjurar a partir del papel vertebrador que tendrían los grandes partidos políticos nacionales, cohesionados por el fuerte poder de sus cúpulas. El plan, por aquel entonces, parecía sensato.
Pero, tal y como le ocurrió al Dr. Frankenstein, lo que creó al monstruo no fue el plan, que no era malo, sino su implementación. Por una serie de infortunios, a la criatura de Frankenstein se le acabó implantando el cerebro equivocado. Por una serie de imponderables, a la joven democracia española se le acabó implantando una clase política profesional que rápidamente devino disfuncional y monstruosa. Matt Taibbi, en su célebre artículo de 2009 en Rolling Stone sobre Goldman Sachs “La gran máquina americana de hacer burbujas” comparaba al banco de inversión con un gran calamar vampiro abrazado a la cara de la humanidad que va creando una burbuja tras otra para succionar de ellas todo el dinero posible. Más adelante propondré un símil parecido para la actual clase política española, pero antes conviene analizar cuáles han sido los cuatro imponderables que han acabado generando a nuestro monstruo.
En primer lugar, el sistema electoral proporcional, con listas cerradas y bloqueadas, ha creado una clase política profesional muy distinta de la que protagonizó la Transición. Desde hace ya tiempo, los cachorros de las juventudes de los diversos partidos políticos acceden a las listas electorales y a otras prebendas por el exclusivo mérito de fidelidad a las cúpulas. Este sistema ha terminado por convertir a los partidos en estancias cerradas llenas de gente en las que, a pesar de lo cargado de la atmósfera, nadie se atreve a abrir las ventanas. No pasa el aire, no fluyen las ideas, y casi nadie en la habitación tiene un conocimiento personal directo de la sociedad civil o de la economía real. La política y sus aledaños se han convertido en un modus vivendi que alterna cargos oficiales con enchufes en empresas, fundaciones y organismos públicos y, también, con canonjías en empresas privadas reguladas que dependen del BOE para prosperar.
En segundo lugar, la descentralización del Estado, que comenzó a principios de los 80, fue mucho más allá de lo que era imaginable cuando se aprobó la Constitución. Como señala Enric Juliana en su reciente libro Modesta España, el Estado de las autonomías inicialmente previsto, que presumía una descentralización controlada de “arriba a abajo”, se vio rápidamente desbordado por un movimiento de “abajo a arriba” liderado por élites locales que, al grito de “¡no vamos a ser menos!”, acabó imponiendo la versión de café para todos del Estado autonómico. ¿Quiénes eran y qué querían estas élites locales? A pesar de ser muy lampedusiano, Juliana se limita a señalar a “un democratismo pequeñoburgués que surge desde abajo”. Eso es, sin duda, verdad. Pero, adicionalmente, es fácil imaginar que los beneficiarios de los sistemas clientelares y caciquiles implantados en la España de provincias desde 1833, miraban al nuevo régimen democrático con preocupación e incertidumbre, lo que les pudo llevar, en muchos casos, a apuntarse a “cambiarlo todo para que todo siga igual” y a ponerse en cabeza de la manifestación descentralizadora. Como resultante de estas fuerzas, se produjo un crecimiento vertiginoso de las Administraciones Públicas: 17 administraciones y gobiernos autonómicos, 17 parlamentos y miles -literalmente miles- de nuevas empresas y organismos públicos territoriales cuyo objetivo último en muchos casos, era generar nóminas y dietas. En ausencia de procedimientos establecidos para seleccionar plantillas, los políticos colocaron en las nuevas administraciones y organismos a deudos, familiares, nepotes y camaradas, lo que llevó a una estructura clientelar y politizada de las administraciones territoriales que era inimaginable cuando se diseñó la Constitución. A partir de una Administración hipertrofiada, la nueva clase política se había asegurado un sistema de captura de rentas -es decir un sistema que no crea riqueza nueva, sino que se apodera de la ya creada por otros- por cuyas alcantarillas circulaba la financiación de los partidos.
En tercer lugar, llegó la gran sorpresa. El poder dentro de los partidos políticos se descentralizó a un ritmo todavía más rápido que las Administraciones Públicas. La idea de que la España autonómica podía ser vertebrada por los dos grandes partidos mayoritarios saltó hecha añicos cuando los llamados barones territoriales adquirieron bases de poder de “abajo a arriba” y se convirtieron, en la mejor tradición del conde de Warwick, en los hacedores de reyes de sus respectivos partidos. En este imprevisto contexto, se aceleró la descentralización del control y la supervisión de las Cajas de Ahorro. Las comunidades autónomas se apresuraron a aprobar sus propias leyes de Cajas y, una vez asegurado su control, poblaron los consejos de administración y cargos directivos con políticos, sindicalistas, amigos y compinches. Por si esto fuera poco, las Cajas tuteladas por los gobiernos autonómicos hicieron proliferar empresas, organismos y fundaciones filiales, en muchas ocasiones sin objetivos claros aparte del de generar más dietas y más nóminas.
Y en cuarto lugar, aunque la lista podría prolongarse, la clase política española se ha dedicado a colonizar ámbitos que no son propios de la política como, por ejemplo y sin ánimo de ser exhaustivo, el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, el Banco de España, la CNMV, los reguladores sectoriales de energía y telecomunicaciones, la Comisión de la Competencia… El sistema democrático y el Estado de derecho necesitan que estos organismos, que son los encargados de aplicar la Ley, sean independientes. La politización a la que han sido sometidos ha terminado con su independencia, provocando una profunda deslegitimación de estas instituciones y un severo deterioro de nuestro sistema político. Pero es que hay más. Al tiempo que invadía ámbitos ajenos, la política española abandonaba el ámbito que le es propio: el Parlamento. El Congreso de los Diputados no es solo el lugar donde se elaboran las leyes; es también la institución que debe exigir la rendición de cuentas. Esta función del Parlamento, esencial en cualquier democracia, ha desaparecido por completo de la vida política española desde hace muchos años. La quiebra de Bankia, escenificada en la pantomima grotesca de las comparecencias parlamentarias del pasado mes de julio, es sólo el último de una larga serie de casos que el Congreso de los Diputados ha decidido tratar como si fuesen catástrofes naturales, como un terremoto, por ejemplo, en el que aunque haya víctimas no hay responsables. No debería sorprender, desde esta perspectiva, que los diputados no frecuenten la Carrera de San Jerónimo: hay allí muy poco que hacer.

Las burbujas

Los cuatro procesos descritos en los párrafos anteriores han conformado un sistema político en el que las instituciones están, en el mal sentido de la palabra, excesivamente politizadas y en el que nadie acaba siendo responsable de sus actos porque nunca se exige en serio rendición de cuentas. Nadie dentro del sistema pone en cuestión los mecanismos de capturas de rentas que constituyen el interés particular de la clase política española. Este es el contexto en el que se desarrollaron no sólo la burbuja inmobiliaria y el saqueo y quiebra de la gran mayoría de las Cajas de Ahorro, sino también otras “catástrofes naturales”, otros “actos de Dios”, a cuya generación tan adictos son nuestros políticos. Porque, como el gran calamar de Taibbi, la clase política española genera burbujas de manera compulsiva. Y lo hace no tanto por ignorancia o por incompetencia como porque en todas ellas captura rentas. Hagamos, sin pretensión alguna de exhaustividad, un brevísimo repaso de las principales tropelías impunes de las últimas dos décadas: la burbuja inmobiliaria, las Cajas de Ahorro, las energías renovables y las nuevas autopistas de peaje.
La burbuja inmobiliaria española fue, en términos relativos, la mayor de las tres que estuvieron en el origen de la actual crisis global, siendo las otras dos la estadounidense y la irlandesa. No hay duda de que, como las demás, estuvo alimentada por los bajos tipos de interés y por los desequilibrios macroeconómicos a escala mundial. Pero, dicho esto, al contrario de lo que sucede en EE UU, las decisiones sobre qué se construye y dónde se construye en España se toman en el ámbito político. Aquí no se puede hablar de pecados por omisión, de olvido del principio de que los gestores públicos deben gestionar como diligentes padres de familia. No. En España la clase política ha inflado la burbuja inmobiliaria por acción directa, no por omisión ni por olvido. Los planes urbanísticos se fraguan en complejas y opacas negociaciones de las que, además de nuevas construcciones, surgen la financiación de los partidos políticos y numerosas fortunas personales, tanto entre los recalificados como entre los recalificadores. Por si el poder de los políticos –decidir el qué y el dónde- no fuese suficiente, la transmisión del control de las Cajas de Ahorro a las comunidades autónomas añadió a los dos anteriores el poder de decisión sobre el quién, es decir, el poder de decisión sobre quién tenía financiación de la Caja de turno para ponerse a construir. Esto supuso un salto cualitativo en la capacidad de captura de rentas de la clase política española, acercándola todavía más a la estrategia del calamar vampiro de Taibbi. Primero se infla la burbuja, a continuación se capturan todas las rentas posibles y, por último, a la que la burbuja pincha… ¡ahí queda eso! El panorama, cinco años después del pinchazo de la burbuja, no puede ser más desolador. La economía española no crecerá durante muchos años más. Y las Cajas de Ahorro han desaparecido, la gran mayoría por insolvencia o quiebra técnica. ¡Ahí queda eso!
Las otras dos burbujas que mencionaré son resultado de la peculiar simbiosis de nuestra clase política con el “capitalismo castizo”, es decir, con el capitalismo español que vive del favor del Boletín Oficial del Estado. En una reunión reciente, un conocido inversor extranjero lo llamó “relación incestuosa”; otro, nacional, habló de “colusión contra consumidores y contribuyentes”. Sea lo que sea, recordemos en primer lugar la burbuja de las energías renovables. España representa un 2% del PIB mundial y está pagando el 15% del total global de las primas a las energías renovables. Este dislate, presentado en su día como una apuesta por situarse en la vanguardia de la lucha contra el cambio climático, es un sinsentido que España no se puede permitir. Pero estas primas generan muchas rentas y prebendas capturadas por la clase política y, también hay que decirlo, mucho fraude y mucha corrupción a todos los niveles de la política y de la Administración. Para financiar las primas, las empresas y familias españolas pagan la electricidad más cara de Europa, lo que supone una grave merma de competitividad para nuestra economía. A pesar de esos precios exagerados, y de que la generación eléctrica tiene un exceso de capacidad de más del 30%, el sistema eléctrico español ostenta un déficit tarifario de varios miles de millones de euros al año y más de 24.000 millones de deuda acumulada que nadie sabe cómo pagar. La burbuja de las renovables ha pinchado y… ¡ahí queda eso!
La última burbuja que traeré a colación, aunque la lista es más larga (fútbol, televisiones…), es la formada por las innumerables infraestructuras innecesarias construidas en las últimas dos décadas a costes astronómicos para beneficio de constructores y perjuicio de contribuyentes. Uno de los casos más chirriantes es el de las autopistas radiales de Madrid, pero hay muchísimos más. Las radiales, que pretendían descongestionar los accesos a Madrid, se diseñaron y construyeron haciendo dejación de principios muy importantes de prudencia y buena administración. Para empezar, se hicieron unas previsiones temerarias del tráfico que dichas autopistas iban a tener. En la actualidad el tráfico no supera el 30% de lo previsto. Y no es por la crisis: en los años del boom tampoco había tráfico. A continuación ¿incomprensiblemente? el Gobierno permitió que los constructores y los concesionarios fuesen, esencialmente, los mismos. Esto es un disparate, porque al disfrazarse los constructores de concesionarios mediante unas sociedades con muy poco capital y mucha deuda, se facilitaba que pasara lo que acabó pasando: los constructores cobraron de las concesionarias por construir las autopistas y, al constatarse que no había tráfico, amenazaron con dejarlas quebrar. Los principales acreedores eran ¡oh sorpresa! las Cajas de Ahorro. Los más de 3.000 millones de deuda nadie sabe cómo pagarlos y acabarán recayendo sobre el contribuyente pero, en cualquier caso, ¡ahí queda eso!

La teoría

Termino aquí la parte descriptiva de este artículo en la que he resumido unos pocos “hechos estilizados” que considero representativos del comportamiento colectivo, no necesariamente individual, y esto es importante recordarlo, de los políticos españoles. Paso ahora a formular una teoría de la clase política española como grupo de interés.
El enunciado de la teoría es muy simple. La clase política española no sólo se ha constituido en un grupo de interés particular, como los controladores aéreos, por poner un ejemplo, sino que ha dado un paso más, consolidándose como una élite extractiva, en el sentido que dan a este término Acemoglu y Robinson en su reciente y ya célebre libro Por qué fracasan las naciones. Una élite extractiva se caracteriza por:
"Tener un sistema de captura de rentas que permite, sin crear riqueza nueva, detraer rentas de la mayoría de la población en beneficio propio".
"Tener el poder suficiente para impedir un sistema institucional inclusivo, es decir, un sistema que distribuya el poder político y económico de manera amplia, que respete el Estado de derecho y las reglas del mercado libre. Dicho de otro modo, tener el poder suficiente para condicionar el funcionamiento de una sociedad abierta -en el sentido de Popper- u optimista -en el sentido de Deutsch".
"Abominar la 'destrucción creativa', que caracteriza al capitalismo más dinámico. En palabras de Schumpeter "la destrucción creativa es la revolución incesante de la estructura económica desde dentro, continuamente destruyendo lo antiguo y creando lo nuevo".  Este proceso de destrucción creativa es el rasgo esencial del capitalismo.”Una élite extractiva abomina, además, cualquier proceso innovador lo suficientemente amplio como para acabar creando nuevos núcleos de poder económico, social o político".
Con la navaja de Occam en la mano, si esta sencilla teoría tiene poder explicativo, será imbatible. ¿Qué tiene que decir sobre las cuatro preguntas que se le han planteado al principio del artículo? Veamos:
  1. La clase política española, como élite extractiva, no puede tener un diagnóstico razonable de la crisis. Han sido sus mecanismos de captura de rentas los que la han provocado y eso, claro está, no lo pueden decir. Cierto, hay una crisis económica y financiera global, pero eso no explica seis millones de parados, un sistema financiero parcialmente quebrado y un sector público que no puede hacer frente a sus compromisos de pago. La clase política española tiene que defender, como está haciendo de manera unánime, que la crisis es un acto de Dios, algo que viene de fuera, imprevisible por naturaleza y ante lo cual sólo cabe la resignación.
  2. La clase política española, como élite extractiva, no puede tener otra estrategia de salida de la crisis distinta a la de esperar que escampe la tormenta. Cualquier plan a largo plazo, para ser creíble, tiene que incluir el desmantelamiento, por lo menos en parte, de los mecanismos de captura de rentas de los que se beneficia. Y eso, por supuesto, no se plantea.
  3. ¿Pidieron perdón los controladores aéreos por sus desmanes? No, porque consideran que defendían su interés particular. ¿Alguien ha oído alguna disculpa de algún político por la situación en la que está España? No, ni la oirá, por la misma razón que los controladores. ¿Cómo es que, como medida ejemplarizante, no se ha planteado en serio la abolición del Senado, de las diputaciones, la reducción del número de ayuntamientos…? Pues porque, caídas las Cajas de Ahorro -y ante las dificultades presentes para generar nuevas burbujas- la defensa de las rentas capturadas restantes se lleva a ultranza.
  4. Tal y como establece la teoría de las élites extractivas, los partidos políticos españoles comparten un gran desprecio por la educación, una fuerte animadversión por la innovación y el emprendimiento y una hostilidad total hacia la ciencia y la investigación. De la educación sólo parece interesarles el adoctrinamiento: las estridentes peleas sobre la Educación para la Ciudadanía contrastan con el silencio espeso que envuelve las cuestiones verdaderamente relevantes como, por ejemplo, el elevadísimo fracaso escolar o los lamentables resultados en los informes PISA. La innovación y el emprendimiento languidecen en el marco de regulaciones disuasorias y fiscalidades punitivas sin que ningún partido se tome en serio la necesidad de cambiarlas. Y el gasto en investigación científica, concebido como suntuario de manera casi unánime, se ha recortado con especial saña sin que ni un solo político relevante haya protestado por un disparate que compromete más que ningún otro el futuro de los españoles.
La teoría de las élites extractivas, por lo visto hasta aquí, parece dar sentido a bastantes rasgos llamativos del comportamiento de la clase política española. Veamos qué nos dice sobre el futuro.

La predicción

La crisis ha acentuado el conflicto entre el interés particular de la clase política española y el interés general de España. Las reformas necesarias para permanecer en el euro chocan frontalmente con los mecanismos de captura de rentas que sostienen dicho interés particular. Por una parte, la estabilidad presupuestaria va a requerir una reducción estructural del gasto de las Administraciones públicas superior a los 50 millardos de euros, un 5% del PIB. Esto no puede conseguirse con más recortes coyunturales: hacen falta reformas en profundidad que, de momento, están inéditas. Se tiene que reducir drásticamente el sector público empresarial, esa zona gris entre la Administración y el sector privado, que, con sus muchos miles de empresas, organismos y fundaciones, constituye una de las principales fuentes de rentas capturadas por la clase política. Por otra parte, para volver a crecer, la economía española tiene que ganar competitividad. Para eso hacen falta muchas más reformas para abrir más sectores a la competencia, especialmente en el mencionado sector público empresarial y en sectores regulados. Esto debería hacer más difícil seguir creando burbujas en la economía española.
La infinita desgana con la que nuestra clase política está abordando el proceso reformista ilustra bien que, colectivamente al menos, barrunta las consecuencias que las reformas pueden tener sobre su interés particular. La única reforma llevada a término por iniciativa propia, la del mercado de trabajo, no afecta directamente a los mecanismos de captura de rentas. Las que sí lo hacen, exigidas por la UE como, por ejemplo, la consolidación fiscal, no se han aplicado. Deliberadamente, el Gobierno confunde reformas con recortes y subidas de impuestos y ofrece los segundos en vez de las primeras, con la esperanza de que la tempestad amaine por sí misma y, al final, no haya que cambiar nada esencial. Como eso no va a ocurrir, en algún momento la clase política española se tendrá que plantear el dilema de aplicar las reformas en serio o abandonar el euro. Y esto, creo yo, ocurrirá más pronto que tarde.
La teoría de las élites extractivas predice que el interés particular tenderá a prevalecer sobre el interés general. Yo veo probable que en los dos partidos mayoritarios españoles crezca muy deprisa el sentimiento “pro peseta”. De hecho, ya hay en ambos partidos cabezas de fila visibles de esta corriente. La confusión inducida entre recortes y reformas tiene la consecuencia perversa de que la población no percibe las ventajas a largo plazo de las reformas y sí experimenta el dolor a corto plazo de los recortes que, invariablemente, se presentan como una imposición extranjera. De este modo se crea el caldo de cultivo necesario para, cuando las circunstancias sean propicias, presentar una salida del euro como una defensa de la soberanía nacional ante la agresión exterior que impone recortes insufribles al Estado de bienestar. También, por poner un ejemplo, los controladores aéreos presentaban la defensa de su interés particular como una defensa de la seguridad del tráfico aéreo. La situación actual recuerda mucho a lo ocurrido hace casi dos siglos cuando, en 1814, Fernando VII – El Deseado- aplastó la posibilidad de modernización de España surgida de la Constitución de 1812 mientras el pueblo español le jaleaba al grito de ¡vivan las “caenas”! Por supuesto que al Deseado actual –llámese Mariano, Alfredo u otra cosa- habría que jalearle incorporando la vigente sensibilidad autonómica, utilizando gritos del tipo ¡viva Gürtel! ¡vivan los ERE de Andalucía! ¡visca el Palau de la Música Catalana! Pero, en cualquier caso, las diferencias serían más de forma que de fondo.
Una salida del euro, tanto si es por iniciativa propia como si es porque los países del norte se hartan de convivir con los del sur, sería desastrosa para España. Implicaría, como acertadamente señalaron Jesús Fernández-Villaverde, Luis Garicano y Tano Santos en EL PAÍS el pasado mes de junio, no sólo una vuelta a la España de los 50 en lo económico, sino un retorno al caciquismo y a la corrupción en lo político y en lo social que llevaría a fechas muy anteriores y que superaría con mucho a la situación actual, que ya es muy mala. El calamar vampiro, reducido a chipirón, sería cabeza de ratón en vez de cola de león, pero eso nuestra clase política lo ve como un mal menor frente a la alternativa del harakiri que suponen las reformas. Los liberales, como en 1814, serían masacrados –de hecho, en los dos partidos mayoritarios, ya se observan movimientos en esa dirección.
El peligro de que todo esto acabe ocurriendo en un plazo relativamente corto es, en mi opinión, muy significativo. ¿Se puede hacer algo por evitarlo? Lamentablemente, no mucho, aparte de seguir publicando artículos como éste. Como muestran todos los sondeos, el desprestigio de la clase política española es inmenso, pero no tiene alternativa a corto plazo. A más largo plazo, como explico a continuación, sí la tiene.

Cambiar el sistema electoral

La clase política española, como hemos visto en este artículo, es producto de varios factores entre los que destaca el sistema electoral proporcional, con listas cerradas y bloqueadas confeccionadas por las cúpulas de los partidos políticos. Este sistema da un poder inmenso a los dirigentes de los partidos y ha acabado produciendo una clase política disfuncional. No existe un sistema electoral perfecto -todos tienen ventajas e inconvenientes- pero, por todo lo expuesto hasta aquí, en España se tendría que cambiar de sistema con el objetivo de conseguir una clase política más funcional. Los sistemas mayoritarios producen cargos electos que responden ante sus electores, en vez de hacerlo de manera exclusiva ante sus dirigentes partidarios. Como consecuencia, las cúpulas de los partidos tienen menos poder que las que surgen de un sistema proporcional y la representatividad que dan de las urnas está menos mediatizada. Hasta aquí todo son ventajas. También hay inconvenientes. Un sistema proporcional acaba dando escaños a partidos minoritarios que podrían no obtener ninguno con un sistema mayoritario. Esto perjudicaría a partidos minoritarios de base estatal, pero beneficiaría a partidos minoritarios de base regional. En cualquier caso, el rasgo relevante de un sistema mayoritario es que el electorado tiene poder de decisión no solo sobre los partidos sino también sobre las personas que salen elegidas y eso, en España, es ahora una necesidad perentoria que compensa con creces los inconvenientes que el sistema pueda tener.
Un sistema mayoritario no es bálsamo de Fierabrás que cure al instante cualquier herida. Pero es muy probable que generase una clase política diferente, más adecuada a las necesidades de España. En Italia es inminente una propuesta de ley para cambiar el actual sistema proporcional por uno mayoritario corregido: dos tercios de los escaños se votarían en colegios uninominales y el tercio restante en listas cerradas en las que los escaños se distribuirían proporcionalmente a los votos obtenidos. Parece ser que el Gobierno “técnico” de Monti ha llegado a conclusiones similares a las que defiendo yo aquí: sin cambiar a una clase política disfuncional no puede abordarse un programa reformista ambicioso. Y es que, como le oí decir una vez a Carlos Solchaga, un “técnico” es un político que, además, sabe de algo. ¿Para cuándo una reforma electoral en España? ¿Habrá que esperar a que lleguen los “técnicos”?
César Molinas publicará en 2013 un libro titulado “¿Qué hacer con España?”. Este artículo corresponde a uno de sus capítulos.